Benignidad: un fruto del Espíritu

Igual que cualquier otro fruto del Espíritu, la benignidad debe crecer. Un hombre no se hace benigno de golpe y por su voluntad. La benignidad es un lento trabajo del Espíritu. Sin embargo, hay algunas cosas que debemos cultivar para llegar a ser más y más benignos. Hay momentos en que es difícil mostrarse amable. Cuando los nervios están en tensión, es difícil ser suave y cortés. Pero aun en esos momentos debemos ejercer la gentileza. Pablo llevaba en su cuerpo muchas marcas de sufrimiento. Sin duda que nunca estaba libre de dolores. Pablo padeció penurias, angustias, prisiones, enfermedades, pero siempre era amable. En tiempos de enfermedad, necesitamos mantenernos doblemente vigilantes sobre nosotros mismos, para que nuestra amabilidad no se diluya con nuestro dolor. Algunas personas parecen haber nacido con una amabilidad natural, pero a otros nos cuesta demasiado ser amables. Si queremos ser semejantes a Jesús, tenemos que crucificar el yo. Cuántas veces tendremos que ponernos delante de Dios y meditar profundamente acerca de la personalidad de nuestro Salvador, hasta que su propia personalidad penetre y empape nuestra vida.