Una carrera a casa

No estoy seguro exactamente de cuándo sucedió pero, con el paso de los años, gradualmente me fui dando cuenta de que estaba envejeciendo. A veces mi edad se mostraba de maneras pequeñas (incluso humorísticas): el ocasional bochorno de olvidarse del nombre de un buen amigo, el darme cuenta a regañadientes de que la mayoría de personas que veía en un avión o con quienes me cruzaba en la calle me parecían extremadamente jóvenes, la experiencia de que algún mesero en algún restaurante me hiciera el descuento para personas de la tercera edad antes de preguntarme si me correspondía… Pero también se revelaba de maneras más serias: una declinación lenta de la energía, enfermedades que fácilmente podrían haber terminado en invalidez o incluso la muerte. No puedo decir con toda verdad que me ha gustado envejecer. A veces quisiera poder hacer todavía todo lo que en un tiempo hacía,