Santo, Santo, Santo

Dios es Santo. De todos sus atributos, la santidad es el único que mejor lo describe y, en realidad, es la síntesis de todos sus atributos. Cuando los ángeles exaltaban a Dios, no decían: «Eterno, eterno, eterno», ni «Fiel, fiel, fiel». Decían: «¡Santo, Santo, Santo es el Señor Dios Todopoderoso!» (Apocalipsis 4:8). Su santidad es la corona de todo lo que Él es. De hecho, la santidad es un atributo de Dios tan único y exclusivo que el Salmo 111:9 dice: ¡«Santo y temible es su nombre»! Dios no se adapta a un estándar de santidad: Él es el estándar. Nunca hace nada mal, nunca se equivoca, nunca hace un juicio equivocado y nunca hace que ocurra algo erróneo. Ni siquiera hay grados de santidad en Él. Es santo, intachable, sin error, sin pecado, completamente recto, absoluta e infinitamente santo. La santidad de Dios se manifiesta claramente en su odio hacia el pecado: no puede tolerarlo; está completamente retirado de este. Amós 5:21-23 registra las fuertes palabras de Dios contra aquellos que intentan adorarlo mientras están contaminados con pecado: «Aborrezco, desprecio vuestras fiestas, tampoco me agradan vuestras asambleas solemnes. Aunque me ofrezcáis holocaustos y vuestras ofrendas de grano, no los aceptaré; ni miraré a las ofrendas de paz de vuestros animales cebados. Aparta de mí el ruido de tus cánticos, pues no escucharé siquiera la música de tus arpas»…