Paz en medio de la tormenta

Anadie nos gustan las tormentas, al menos las de la vida. Todos quisiéramos navegar en un mar de tranquilidad, con cielo despejado y brújula en mano. Pero, a veces, ¡parece que estamos cruzando mares tempestuosos infestados de tiburones! Nadie dijo que no habría tormentas en la vida. Quien haya pensado que hacerse cristiano era sinónimo de estar exento de pruebas está bien equivocado. Muy al contrario, Jesús hizo esta aseveración: «Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tenéis tribulación; pero confiad, yo he vencido al mundo» (Juan 16:33). La diferencia de los creyentes en Cristo es que las tormentas ya no las pasas solo, ni acaban en caos. En las crisis de la vida, Dios sigue siendo Dios y está contigo acompañándote y dándote gracia para seguir adelante. En este pasaje, hay dos palabras claves que funcionan como acción y reacción: paz y confiad. Si confiamos en Jesús, tendremos de su paz. La fe y la paz vienen en paquete, así como la duda y el temor. Nosotros escogemos. Después de que Pablo, encadenado, fue subido a una embarcación y pasó semanas enteras de una tormenta intensa y angustiosa que casi acaba en tragedia si no es por la maravillosa intervención de Dios, llegó finalmente a Roma en donde estuvo por dos años. Allí escribió la carta a los Efesios…