Teresa de Ávila, cuando sentía ser atacada por las flechas de la vanidad y el egoísmo, corría con la superiora a pedirle que le asignara un puesto en el convento, el más humilde y oscuro servicio, lejos de toda mirada… en realidad no sé qué la pondrían a hacer, pero puedo imaginarla restregando pisos o lavando baños. Muy buen remedio contra el egocentrismo, el cual, con engaños y sutileza, queriéndote hacer brillar, causa tu destrucción. «¿Qué tengo yo que ver con vosotros, hijos de Sarvia, para que en este día me seáis adversarios?» (2 Samuel 19:22). Esta frase de David era una constante durante su reinado, que repetía con desesperación una y otra vez. Lo más increíble es que se refería a tres hombres de su propio ejército, que en muchísimas ocasiones se comportaban como sus enemigos. Estos «hijos de Sarvia» eran Joab, Abisai y Asael; eran hombres sumamente hábiles, guerreros valientes y estrategas, y que trabajaban con