Nunca te compares con otra persona porque abres la puerta a la codicia, los celos y la envidia. Este es uno de los mandamientos de Dios. Codiciar lo que otros tienen es una de las principales razones por las que las personas pierden el gozo. Dios quiere que sus hijos aprendan a amar sus propias cosas, parejas, dones y habilidades, y no las de otra persona. Nunca debemos desear lo que otra persona tiene hasta el punto de tenerle envidia o celos. Estas emociones negativas envenenan nuestra propia vida e impiden que podamos gozar de buenas relaciones con los demás. Encontramos esa clase de envidia en la historia de José y su túnica, un regalo especial de su padre amoroso, Israel. La túnica era muy hermosa, y todos los hermanos de José se pusieron celosos. De hecho, la Biblia dice que lo odiaron tanto a causa de su túnica que tramaron matarle, pero luego decidieron venderlo como esclavo. Se podría decir que ese es un resultado extremo de celos, pero nos sirve para recordar lo peligrosos que pueden ser. Este es el problema: la codicia, los celos, y la envidia no es simplemente decir: «Me gustaría tener el cabello como ella», o «Me gustaría poder bajar de peso tan fácilmente como aquella