¡Lléname, Señor!

Cuántos de nosotros no hemos usado alguna vez la expresión: «ando todo apachurrado» o «me siento todo desinflado». Yo, en lo personal, varias veces. Ciertamente hay días en que los problemas nos sacan el aire de golpe y nos dejan como globos desinflados, sin ganas de nada. Cuando reflexiono sobre la analogía de los globos, encuentro una fascinante lección de fortaleza. Tomemos por ejemplo un globo desinflado, y observémoslo. En esa condición, es un simple trozo de látex que no sirve para nada. Aun cuando los globos son fabricados en diferentes formas, tamaños, grosores y colores, cuando están desinflados se ven tristes, aunque traigan mensajes o dibujos impresos. Sin embargo, imagino cómo todos los globos al salir de la fábrica esperan ansiosos cumplir el único propósito para el cual fueron creados: ser inflados.