La máscara del orgullo

De todos los pecados enumerados en la Biblia, el orgullo es el más destructivo. Es la raíz de muchos de nuestros pensamientos y acciones pecaminosas. Cuando estamos envueltos en el orgullo, rara vez tenemos en cuenta a Dios. Más bien, el corazón del orgulloso está determinado a realizar sus metas y deseos. El orgullo grita: «No necesito a nadie ni nada, en especial a Dios, porque puedo arreglármelas solo». Nadie es autosuficiente. Nos necesitamos los unos a los otros. Dios nos creó de esa manera porque no quiere que trabajemos y vivamos independientes, separados de la comunión con Él y de la comunión con otros creyentes. Nuestro mundo, en especial el ambiente de la mayoría de los negocios corporativos, apoya, estimula y promueve el sentimiento de orgullo. No es necesariamente orgullo por lo que hacemos bien, sino orgullo por lo que somos y por el puesto que ocupamos. Tú puedes estar orgulloso de hacer un buen trabajo, pero la conclusión es esta: toda la gloria pertenece al Señor. Por tanto, sería mejor pedirle a Dios que te diera una actitud piadosa hacia tu trabajo, tu familia y cualquier otra área en la cual tú sobresalgas. Pero mucha gente no hace esto.