El salto

Una montaña, si uno lo piensa, es donde el cielo y la tierra se acercan más. Y hay algo trascendente en cuanto a una montaña: es un lugar de visión. En los tiempos antiguos, lo remoto e inaccesible de los montes les daba un aura de misterio y poder. Todavía hoy producen un sentido de asombro y maravilla, haciendo pensar que hay una realidad más alta. Somos escaladores de montañas… buscadores de montañas. Una experiencia en la cumbre equivale a ese momento cuando uno de repente se siente capaz de creer. Es capaz de ver. Oye una charla inspiradora. Contempla el nacimiento de un niño. Recibe una respuesta a la oración. A veces, es la belleza lo que perfora el corazón – una serie de notas en una canción, una frase en un libro– y uno sabe que Dios está allí. La fe nace. No obstante, la duda siempre viene. Esta es la triste verdad en cuanto a la cumbre: a nadie se le permite quedarse allí permanentemente. Todos tienen que volver al valle de la ambigüedad.