El cuestionario del destino

Las prioridades son las que determinarán las decisiones que tomaremos para nosotros mismos, nuestra familia y nuestro futuro. Debemos vernos como una creación divina de Dios. Si no hacemos esto, nuestra perspectiva se centrará en la presunción de que la vida es más azar que decisión: no importa qué decidamos hacer, las cosas saldrán según el azar. Esta visión ubica a la persona en el centro de su universo y hace que todos sus razonamientos comiencen y terminen únicamente hasta donde alcance a llegar su vista. Como quienes piensan de este modo siempre están a la expectativa de lo que su propia fuerza y recursos pueden lograr —porque en ello está su confianza y su fe—, todo lo que hacen surge desde una posición de motivaciones egocéntricas. Pero cuando nuestras decisiones se arraigan en Dios, que es su origen, y la motivación de nuestras decisiones es el beneficio para los demás, podemos estar seguros de que el camino —aunque sea difícil— nos llevará a un lugar de gran plenitud, en todos los aspectos. Las decisiones que se centran en la base correcta no siempre estarán exentas de riesgos. Toda decisión implica riesgos. La mayoría de las personas basan sus decisiones en el miedo que surge de la incertidumbre. Sin embargo, debemos tener confianza en las decisiones que tomemos basadas en la oración y la guianza del Espíritu Santo. No niego que habrá riesgos, pero cuando se trata de contar los costos y correr el riesgo, te invito a tomar lo que llamo «el cuestionario del destino». Pregunta número uno: ¿Me ha traído Dios hasta aquí para perderlo todo ahora? Tómate un momento y repasa las páginas de tu pasado. ¿Te ha protegido Dios, proveyendo para ti, dándote poder