Dios habla en la tormenta

Todo sucedió en un día. Un día podía escoger jugar golf en los clubes más exclusivos de la nación; al día siguiente ni siquiera podía hacer de caddie. Estamos hablando de calma que de pronto se convierte en caos… La primera cosa en perder es su imperio. El mercado se derrumba; sus activos caen estrepitosamente. Lo que iba para arriba ahora va para abajo. Las acciones pierden su valor y Job está arruinado. Se sienta en su silla de piel ante su escritorio de fina madera que pronto será subastado, y suena el teléfono que le anuncia la calamidad número dos: los chicos estaban en un hotel para pasar los días festivos, y llegó una tormenta que los mató. Lleno de pánico y horrorizado, Job mira por la ventana para ver que el cielo se oscurece gradual y rápidamente. Empieza a orar, diciéndole a Dios que las cosas no pueden ir peor… y eso es exactamente lo que ocurre. Siente un dolor en el pecho que es mucho más que una indigestión. Lo próximo que recuerda es que lo están metiendo en una ambulancia con cables conectados a su cuerpo y agujas insertadas en los brazos. Termina conectado a una máquina que monitorea el funcionamiento del corazón en el cuarto de un hospital comunitario. A Job, sin embargo, no le falta con quien conversar. Primero, está su esposa. ¿Quién puede culparla por estar enojada por las calamidades de la semana? ¿Quién puede culparla por decirle…