Dado que estas palabras del apóstol Pablo están escritas con un verbo imperativo, es importante ahondar en este concepto, ya que andar en el Espíritu es lo que se espera que hagamos. Sin embargo, ¿cómo podemos llevar esto a cabo si ignoramos cuándo es que nos habla el Espíritu, y cuándo es nuestra propia carne? Para comprender esto, tenemos que partir desde el principio. Dios nos ha creado en seres tripartitos: espíritu, alma y cuerpo (1 Tesalonicenses 5:23). El espíritu en el hombre es a través del cual recibimos la indicación del Espíritu Santo. Esta comunicación empieza cuando aceptamos a Jesús en nuestra vida. Antes de esto, el espíritu del hombre está vacío o muerto (muerto en su sentido de separado de Dios). Pero cuando entregamos nuestra vida a Cristo, nuestro espíritu adquiere vida, y es por eso la expresión de que somos nacidos de nuevo (Juan 3:3). Nuestra alma es la sede de la personalidad. La voluntad, el intelecto y las emociones se encuentran allí. Los pensamientos y sentimientos se encuentran en el alma, ya que involucra la mente y el corazón. El libre albedrío es decir, la capacidad de elección, que es lo que nos diferencia de los animales, está en el alma. En este pasaje de Gálatas, Pablo se refiere a la carne como nuestro cuerpo y alma, es decir, nuestra naturaleza pecaminosa, como se menciona en otras versiones de la Biblia (Nueva Traducción Viviente, Nueva Versión Internacional)
