Aprendamos a confiar profundamente

Hace años, me levanté un domingo en la mañana y me preparaba para ir a la iglesia, cuando me vi abrumado por un problema que estaba afrontando, y era mucho mayor de lo que yo mismo podía manejar. Hasta ese momento, yo había orado y sentía que el Señor decía: «Simplemente confía en Mí», pero el impacto que estaba causando en mi vida era tremendo. Yo no podía escapar, y no sabía cómo saldría de aquello. Entré en mi dormitorio, me arrodillé delante de mi cama, oré y comencé a clamar a Dios: «¿Por qué no hay progreso en esto?», me oí decir a mí mismo. Al igual que todos nosotros hacemos a veces, yo me había vuelto impaciente. Recuerdo estar arrodillado y batallar, y llorar un poco. Tú sabes cómo Dios te habla, y yo sé cómo me habla a mí. Él no podía dejar eso más claro. De repente, sentí que Él me susurraba: «Puedes confiar en el perfecto amor». Cuando Él dijo eso, mi peso se quitó de inmediato; mi frustración y mi ansiedad desaparecieron. Desde entonces, mi entendi- miento del amor de Dios y de sus caminos en tiempos de espera dio un tremendo